el regalo de la muñeca


Vladimir fue el abuelo más dulce y cariñoso. El jugaba con Anna a ser un rey, o  un soldado. A veces era un caballo y otras un payaso. Cuando jugaba a ser un oso enojado corría a su nieta por todos lados. Ella gritaba asustada, el siempre la alcanzaba para hacerle cosquillas.
Anna escuchaba de Vladimir las historias de la Rusia de su infancia, historias con mucha nieve y narices y orejas muy frías.
El abuelo cantaba con voz melodiosa las viejas canciones de su tierra. Anna no conocía el idioma, pero las melodías le parecían muy bellas. Hasta  Luna, su perra, se echaba quietecita con la cara apoyada sobre las patas a disfrutar de las canciones.
Anna tenía hermosos juguetes de madera que el abuelo hacía para ella. Vladimir tomaba el viejo libro que había traído cuando tomó el barco que lo trajo a Buenos Aires. Copiaba cada detalle de las ilustraciones. Así talló un oso, un caballo, una princesa, un carruaje, una muñeca articulada que Anna vistió con el traje que le tejió su mamá.
Al acercarse el octavo cumpleaños de Anna el abuelo preparó durante muchos días una sorpresa en su taller. Anna estaba segura que sería una nueva figura tallada para ella.
El día del cumpleaños Vladimir le entregó una caja. Anna la abrió emocionada.
¡Una mamushka! Grito Anna,  quiso abrirla para sacar todas las muñecas.
-No mi niña. Hay que pedir un deseo. Si se cumple abrís la muñeca-
-¿Y las otras, puedo abrir todas?-
-no, pedís un deseo con la segunda muñeca. Cuando se cumple la abrís y pedís otro para la tercera.-
-¡Pero abuelito, yo quiero jugar!-
-¿Me prometés que vas a pedir un deseo para cada año? Al llegar a tus quince encontrarás mi regalo-
A Anna le pareció una idea estupenda. Dentro de la última muñeca estaba el regalo de su abuelo para sus quince años.
-Voy a esperar abuelito-
continuará...

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