I
El sol de la mañana es la mejor cosa en Purmamarca. Ni
bien asoma, el cerro comienza a mostrar sus colores.
-Faaaaaa. ¡Es como el arco iris!- Se asombró Eve
Mamá Nora y la
abuela preparaban mate para disfrutar de aquel maravilloso paisaje que les
regalaba el amanecer. Eve se había
alejado un poco, recorría el lugar buscando piedritas de colores. En eso estaba cuando la embisten por detrás. Tan
fuerte fue el empellón, que casi se cae. Se asustó, una llama la miraba y la
niña no sabía si gritar o correr. La llama no hacía nada, solo la miraba. La
niña se calmó, pero temía que el animalito la atacara. Se levanto suavemente,
para alejarse sin incomodarla y comenzó a caminar lentamente, pero el animalito
la seguía. Eve miraba de reojo. Se detuvo y la llama se quedó quieta, caminó y
la llama caminó detrás, se apuró y la llama se apuró.
-Es
chiquita- Dijo para sí la niña -¿Estará perdida?, Tal vez por eso me sigue- Eve
se preguntaba y se respondía.
La
niña tomó coraje y se acercó. Con sus grandes ojos, la pequeña llama parecía
pedirle una caricia. Eve acercó su mano temblorosa. El animalito le devolvió el
mimo pasando su hocico por la mejilla de Eve. Las largas pestañas de la llama
le hicieron cosquillas. Pareció como si el animalito lo entendiera, porque ante
la risa de Eve, la llama volvió a acariciarla.
Así
caminaron juntas hasta donde estaban mamá Nora y la abuela.
-¡Pero
que cosa más linda!- la abuela corrió para acariciar a la llamita.
-¿De
dónde salió?- preguntó la mamá.
-Es
muy pequeña. Se apartó del rebaño o le
pasó algo a su mamá- reflexionó la abuela.
-Es
mi nueva amiga- dijo Eve orgullosa.
-¡Es
tan linda!- decían a coro las mujeres y no paraban de mimarla.
Cuando
Eve preguntó si podría llevarse el animalito cuando retornaran a Buenos Aires,
su madre y su abuela trataron de explicarle que crecería y no podría vivir en
un departamento.
-Es
muy chiquita. Necesita que la cuiden- suplicó Eve.
-Sí.
Es muy chiquita, pero crecerá y va a sufrir si no puede vivir en su lugar y con
los de su especie.
-Podrás
jugar, con ella mientras buscamos el lugar donde pertenece- Dijo su mamá.
Eve
no se resignaba -¡Porfi mamita!
-Pero
en Buenos Aires no tendría ni su alimento. Ellas comen una hierba que solo
crece en Los Andes- Le explicó su mamá.
Eve
se apenó. Aquel animalito le parecía encantador y era tan amistoso que
cualquiera se encariñaría con el.
-Estaremos
unos días, podrás estar con ella en este tiempo.
A
regañadientes, la niña aceptó que no podrían llevarse a la llama.
-Se
llama Tomás.
-¿Quién?-
-La
llama- respondió la niña.
-Es
nena— rió su mamá.
-¿Es
nena? bueno, entonces es Tomasa.
Continuará...
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